Galicia apareció abandonada con pocas horas de vida. La encontraron tirada en el campo unas personas que por allí paseaban y la llevaron a su casa. Pesaba tan sólo dos kilos y estaba muy débil. Con horas de vida la trajimos al santuario y Eduardo estuvo cuidando de ella como si fuera su mamá. Al no haber tomado el calostro de su madre que le transferiría la inmunidad Galicia desarrolló una meningitis. Era muy pequeña y lo pasaba muy mal, a veces no veía o la fiebre le hacía gritar.
Sabíamos que esas primeras horas eran decisivas para que pudiera sobrevivir y nos centramos en sus cuidados.
Galicia estuvo con suero intravenoso y vitaminas para ayudarla a que no se deshidratara cuando la fiebre no le dejaba comer y con antibiótico y antinflamatorio. Eduardo no se separaba de ella porque lo más importante para Galicia era sentirse amada y que luchara por vivir. Galicia venció una enfermedad que se suele ser mortal en neonatos y aunque débil se agarraba a la vida y no paraba de jugar y de saltar. Al poco de su llegada llegó Pablo, un cordero que como ella había sido abandonado al poco de nacer y los dos se hicieron inseparables junto a su padre.
Galicia es una cabra muy extrovertida, gracias a los cuidados ha podido crecer saludable y le encanta que le dediquen atención y le acaricien.