
Esta era la carita de Rayito ayer por la tarde mientras se preparaba la cama para dormir.
En realidad los cerdos y jabalís son muy frioleros y en cuanto empiezan a bajar las temperaturas nocturnas les encanta meterse en camas de paja y enterrarse hasta que solo sobresalen sus ojitos o nariz.
Rayito llegó en 2016 siendo un bebé de poco más de una semana de vida. Le encontraron en un falso techo de un piso antiguo de Logroño (nadie sabe cómo llegó allí) y en el centro de recuperación de fauna salvaje no le acogieron por ser especie cinegética. Hoy, casi 6 años después, es feliz con su familia de cerdos de Fundación Santuarii Vegan.