Es difícil resistirse a Juana y sus encantos cuando te muestra su sonrisa.
Juana es así de espontánea. Tan pronto se pone a comer bailando y cambiando de peso sus manitas, como se pone a vaciar los bebederos cuando están llenos o llama con su boquita tu atención para ver si le das una chuche como diciendo “ya casi me imagino recibiendo esa chuche que sé que vas a ir a buscar”.
Juana era una yegua que “competía” en el hipódromo. Ella no ganaba ni aunque ganase carreras porque cuando se lesionó, tras generar mucha riqueza a sus explotadores, al ver que tras la cirugía quedó lesionada de por vida, decidieron mandarla al matadero. Por suerte el cirujano se negó y se quedó con ella mientras le buscaba un hogar. Y pudimos traerla al Santuario a vivir la vida que ella merecía.
Ella es joven, está muy sana y disfruta cada día de su vida con el abuelito Nogal al que ama y adora.