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Cuando Benjamin (derecha) llegó al Fundación Santuario Vegan estaba muy triste y tenía mucho miedo.
Él nació en una explotación de ovejas y como el ganadero sólo quería a la madre, le iba a enviar al matadero con seis meses. Así que era un bebé asustado, al que habían separado demasiado pronto de la madre y que no entendía que los humanos quisiéramos algo bueno para él.
Todos los cachorros necesitan una familia. A veces ellos se salvan pero sus madres no, y llevan hasta aquí desorientados, perdidos y necesitados de afecto. Y nuestra familia de burritos encabezada por Martin (a la izquierda) enseguida le adoptó y le arropó. Entonces Benjamin empezó a hacer todas las cosas que un cachorro hace: jugar, correr y no parar. Y no se ha vuelto a separar de ellos.
Es tan importante para los animales que no tienen nada y han vivido el maltrato tener afecto y un vínculo con otros animales. Y nos hace tan felices ver a Benjamín así.